domingo, 20 de mayo de 2012



El idealismo de un 21 de mayo

Por: María Jesús Andrade Donoso

"¡Muchachos: la contienda es desigual! Nunca nuestra bandera se ha arriado ante el enemigo, espero pues que no sea ésta la ocasión de hacerlo. Mientras yo esté vivo, esa bandera flameará en su lugar, y os aseguro que si muero, mis oficiales sabrán cumplir con su deber. ¡Viva Chile!"

Para la descripción de la historiografía universal (en este caso la historiografía nacional), se ha utilizado la narración como una de las herramientas de comunicación entre el historiador y su oidor/lector. El narrador, como un sujeto incapaz de conquistar el mundo de la objetividad, impedido por su cualidad de ser, nos llevará a su terreno ideológico, a sus ideas y su posible búsqueda por la verdad. El historiador, preso de su contexto histórico nos transmitirá su saber a través de las bases de lo establecido por el paradigma de la sociedad. Así, el conocimiento de la subjetividad o la intersubjetividad humana es un tema indispensable y de alta importancia para los análisis históricos.

La cita utilizada como introducción nos lleva a una de las corrientes historiográficas que predominó en el siglo XVII y que aún permanece en la educación que se imparte en los establecimientos educacionales. Me refiero al idealismo historiográfico. Este modelo pone al individuo y a las ideas en el centro de la investigación. Aquí se deja a la gente común y corriente como un conglomerado mudo, condenado a seguir el destino de "los elegidos".

El 21 de mayo de 1879 se disputó una de las batallas más alabadas por el nacionalismo chileno. El combate Naval de Iquique. Los libros relatan la valentía de Arturo Prat Chacón, comandante de la deteriorada corveta de madera La Esmeralda. En la batalla que duró solo unas horas, la precaria embarcación no soportó los ataques del Huáscar, el acorazado barco peruano. Finalmente la corveta chilena se hundió al mar junto a los lánguidos cuerpos flotantes de los condenados sin voz. El osado acto heroico de aquellos compatriotas y su gloria "elevaron la moral chilena"1 Deténgase ahí y haga un hincapié a la cita antes dicha. ¿A qué se refiere realmente este segmento del diario la Tercera cuando en una descripción netamente idealista habla de elevar la moral chilena?

Según Collier2  las amenazantes tensiones de la década de 1870 derivaban de las antiguas disputas sobre las imprecisiones fronterizas con el territorio boliviano y argentino. La presencia de Chile en el estrecho de Magallanes (después del año 1843) sacó a flote la propiedad del terreno de la Patagonia. El historiador recalca que Chile finalmente abandonó la demanda a excepción de una fracción de esta. El acuerdo se aceptó el año 1878 a pesar del descontento del pueblo y del ministro de relaciones exteriores de la época que lamentaba el hecho de que el país permanecería siendo 'una república pobre' pudiendo llegar a ser un 'gran imperio'. El acuerdo, evitó una peligrosa guerra con argentina, ya que las amenazas eran palpantes en ambos lados de la cordillera. En cuanto al conflicto territorial con Bolivia existían intereses territoriales y económicos, los cuales hacían de esta problemática un asunto insoluble. Las ansias de expansión chilena en el territorio vecino, la extracción del nitrato, la pronta subida de impuestos de éste por el gobierno boliviano y el rechazo de pagar tales impuestos por la Compañía salitrera fueron uno de los factores que influyeron en el inicio del conflicto bélico.

Collier en este punto señala que la Guerra del Pacífico fue vista sínicamente por algunos como un ejercicio premeditado de saqueo de los minerales del norte con el propósito (o mejor dicho pretexto) de rescatar a Chile de sus dificultades económicas. Otros detectaron la mano invisible de las naciones más poderosas y de los mercados extranjeros que estaban cercanamente intrincados en el negocio del nitrato. El historiador agrega que el secretario norteamericano del estado James G. Blaine declaraba que el conflicto era una 'guerra del gobierno británico contra el Perú, donde Chile era un mero instrumento'. Con la victoria de Chile, el gobierno obtuvo el control absoluto de todas las áreas de producción del nitrato. Aun así Collier advierte que las ganancias nacionales obtenidas como consecuencia de la Guerra del Pacífico deben ser cuidadosamente valoradas y manejadas con criterio. Collier finaliza el capítulo “From Independence to the War of the Pacific”  con una frase en que de manera sutil se puede percibir el aroma del agua de colonia (imperialista) inglesa:

“For Chile, the model republic of Latin of America, the victories of peace were, perhaps, to be less assured than those of war”.

Más allá del espíritu y las ansias de guerra que rondaban en esa época, es importante e ineludible enfatizar los intereses extranjeros interesados en el conflicto. A la vez no se debe olvidar la existencia de un sistema oligárquico en la sociedad chilena y el abismo que había (y que aun existe) de este y la clase trabajadora. Pero mas allá de las observaciones dadas existe un punto (a mi parecer) trascendental. Un punto que yace escondido en la madera podrida de la corveta sepultada y ahogada por los gritos de los mártires.

Ninguno de los países estaba preparado para la guerra.

Al leer esta frase volvemos a dos de los temas expuestos. La historiografía idealista y la cuestión moral de la gesta heroica descrita. Salazar explica en su libro La Historia desde Abajo y desde Dentro (2003) la gran cantidad de libros con contenidos historiográficos idealistas o como él lo denomina, conservador. Gracias a ella se han formado los mitos y los anti-mitos y han dejado a las fuerzas armadas en un rol más que protagónico (a mi parecer, casi celestial). Este es el tipo de historia o relato que alaba al régimen Portaliano y condena a los consensos y a las organizaciones sociales. "La decadencia del espíritu de orden" tiene que ser derribada por la intervención "cesarista". Pero esta clase de idealismo tiene una falacia, un talón de Aquiles. Por muchos años los historiadores le extirparon la lengua a su pueblo, le atribuyeron un alma nacional y encubrieron sus berridos y descontentos. Y en cuanto a esto el historiador chileno relata:

“¿Y no fueron ellos también los que reclutados a la fuerza para el 'ejército de la patria', ganaron las batallas de la independencia, las guerras contra los vecinos del norte y las represiones fratricidas contra el pueblo mapuche y las propias masas peonales? ¿No se han matado también a sí mismos para mantener el orden social? "

La trampa de la historiografía idealista es el olvido del hombre común. Su moral se basa en el mantenimiento de la bourgouise conquérante. La corveta navega hacia las aguas de su propia muerte, con el héroe que simboliza el sometimiento de las almas muertas por ese ideal, de orden y dominio.

Fuertes olas de "decadencia y desorden" afectan nuevamente al Chile autoritario. El descontento del pueblo se hace notar por "las grandes alamedas". El relato se narra, pero desde abajo. La expectante multitud observa con los ojos abiertos el acontecer de los tiempos. Ella es ahora capaz de mirarse a sí misma, se siente y ve su propio reflejo. La historia se re-escribe. Un nuevo paradigma nace.
  

1  Icarito.cl
2 Collier, Simon (1993) Chile Since Indepence.New York: Cambridge University Press.