El Sahne Nuss y el movimiento
Social Chileno.
Por:Marcelo Muñoz
No hay chocolate que me saque más pica que
el famoso Sanhe Nuss. Creo que es una especie de símbolo de algunas contradicciones
chilenas. De cabro chico miraba a la ardilla del chocolate comiendo almendras
que yo creía eran avellanas, después miraba a la otra alternativa, el chocolate
trencito con unos cabros chicos en un tren tirado por una locomotora. Los
mayores me querían hacer creer que el Sanhe Nuss era el ”uber alles” de los
chocolates. Yo igual encontraba más rico el trencito y más divertido el dibujo
de la locomotora; la ardilla grupienta no me conquistaba, a pesar de que ambos
eran productos en ese tiempo de la hermosa fábrica porteña Hucke y no de la
famosa y fea transnacional Suiza. De partida la ardilla era más cara, pero no
lo suficiente como para andar dándoselas de chocolate para élites (me gustaba
mucho más el camotillo); la famosa ardilla, además, carecía de parientes de
carne y hueso en la naturaleza porteña de mi infancia, en la que había
pericotes, gatos, perros, lobos marinos, gaviotas, palomas, conejos; se podían
divisar, y si alguna corriente marina andaba media loca, hasta
pájaros-niño llegaban. De la ardilla ni la cola, era como un monumento a lo no
existente, al idioma que nadie pronunciaba bien, a una nostalgia alemana que
los chilenos hacían suya, a una necesidad clasista de consumir un chocolate más
cuico y sobre todo apuntaba a no poder reconocernos en nuestro entorno,
condición primera para lograr una colonización mental.
Entiendo que habrá más de alguno que lea
esto y sólo le parezca un ataque gratuito al chocolate de sus amores, inga problem, coma lo que quiera y
sienta lo que quiera, pero no pida autoritariamente -como nos han enseñado en
la escuela chilena- que seamos homogéneamente colonizados y que tengamos una
actitud positiva frente a la vida (léase con tono Pinochetesco: quédese
calladito o le mandamos a los pacos o al
inconsciente autoritario colectivo que se encuentra escondido en todos
nosotros). Después de esta modesta
introducción, me permitiré alegrarme, con la mentalidad callejera adquirida en la
dictadura debido al maremoto social que ésta provoco y que mandó a muchas familias de clase media a
turistear durante largos años en la pobreza y el desamparo (en la que la
mayoría de los Chilenos ya moraban) de haber asistido a la conferencia del historiador Gabriel Salazar en la Universidad
de Estocolmo. Aplicaré la libertad que uno se toma solito, de asociar el
ejemplo del chocolatito con los planteamientos acerca de la construcción de
cultura desde abajo, desde la calle, y desde el diario vivir solucionando
problemas puntuales y reales (no preocuparse de ardillas fantasmas). La
historia social que Salazar postula, es tremendamente liberadora porque se
preocupa de lo local, del entorno en el que desarrollamos nuestras vidas
estudiando a fondo los movimientos sociales.
Los movimientos sociales que nos presenta
Salazar, son creativos y originales, no buscan empaparse de las teorías del
hemisferio norte, no son reflejos de realidades lejanas (ardillas), sino de la
búsqueda de soluciones a problemas locales y puntuales; se insta a la acción,
no a la explicación; se construye una verdad “nuestra”, ni siquiera se escribe,
sino se internaliza oralmente, porque la procesión ahora va por dentro; liberan, porque se dan cuenta
que no se puede seguir esperando soluciones desde arriba. Escúchelo, léalo si
puede o véalo en el youtube; le servirá para enfrentar con una sonrisa a los
enajenados que exigen a las posiciones críticas al sistema (neo-liberal) que
respeten el rayado de la cancha que el sistema impone; critique pero como
corresponda, con respeto por la autoridad, al orden, las buenas costumbres y la
cacha de la espada, por la razón o la fuerza (que más que lema parece una
amenaza).
Los movimientos sociales nos enseñan a
construir nuestra utopía ¡ya! No mañana, ni en otra vida, es ahora cuando hay
que auto- educarse, auto- gestionarse, localmente (ojo para nosotros localmente
es Suecia). Me despido con un grito que no se me olvidara jamás. Siempre me
gustó más que otros por su lenguaje crudo, directo, callejero, ¡LA CONSTITUCIÓN
POLÍTICA ME LA PASO POR LA RAJAAAA!!!